Conceptos.
Conceptos, conceptos tácticos,… (el nombre que le demos da igual). Para mí son simplemente unos principios elementales que deben regir en todo adiestramiento y que, de hecho el que me conoce y ha estado en mis cursos o ha entrenado conmigo, sabe que es la base de mi “filosofía”. Así me lo enseñaron, así lo practico y así lo transmito siempre que puedo porque pienso y estoy convencido que es la forma correcta.
Y yo considero que son tres conceptos, tres patas en las que basarse. Sencillos de retener, simples de aplicar. Los vemos.
1. Camino más corto, opción más simple, acción común. ¿Por qué elegir acciones complicadas o diferentes?
Tengo el convencimiento de que lo sencillo y lo simple es lo que siempre funciona. Ya lo he expuesto en otras entradas de este blog, por ejemplo aquí o aquí, y del mismo modo hay muchos autores tanto nacionales como extranjeros, mucho más documentados y formados en este terreno del funcionamiento neurológico que un servidor, que son las fuentes en las que fundamento mis aseveraciones (luego me llamarán vendehúmos; jo, jo, jo).
El camino más corto. La topografía enseña (a veces con dolor) que hay ocasiones en las que una línea recta no es necesariamente el camino más corto; y eso sucede cuando aparece, en esa ruta rectilínea cuidadosamente trazada sobre el plano durante el planeamiento de la opera ión, una tremenda vaguada, un valle profundo o una montaña y todo aderezado con unas nada apetecibles pendientes.
Aquí dejamos de lado la topografía y nos fiamos de las matemáticas que sí dicen que una línea recta es lo más corto entre dos puntos.
¿A qué me refiero con esta afirmación? En táctica aplicada (la de hacer las cosas), lo más rápido es elegir opciones que tracen líneas lo más rectas posibles. Un ejemplo va a ser la dirección que emplearemos al cruzar una calle: siempre vamos a buscar que sea perpendicular a la misma ya que es la forma en la que vamos a reducir nuestro tiempo de exposición. Lo mismo se aplica cuando decidimos movernos de un parapeto a otro, buscamos la línea más corta porque es lo que reduce ese tiempo de exposición.
Otro ejemplo puede ser el movimiento que hago con mi arma corta al desenfundar, debo procurar que sea el trayecto más corto desde la funda hasta estar francamente orientada a la amenaza. Y si es un arma larga ocurre lo mismo, el movimiento más corto desde una posición de vigilancia o transporte a estar dirigida a la amenaza. O también el movimiento que haré con mi mano de apoyo en una recarga, sujetando un cargador desde su funda de transporte al arma.
La opción más simple. La experiencia me ha confirmado (es ahora cuando estoy detrás de un teclado; antes no lo estaba) que, cuando aparece el dichoso estrés o cuando las cosas se complican, las acciones más sencillas son las que únicas que llegan a funcionar. Puedes aprender técnicas sofisticas y de nombres espectaculares, pero cuando llegue “tu momento” elegirás la más sencilla y menos complicada porque tu subconsciente va a decidir que no está para fiestas ni para perder el tiempo (“I don’t have the pussy for little lanterns”).
Puedes saber hacer con tu arma tres tipos diferentes de recargas de emergencia (o reactivas), pero te garantizo que en el peor momento de tu vida, sin quererlo y sin elegirla, vas a ejecutar la más sencilla, la que te lleva menos tiempo consecuentemente.
La acción común. ¿Por qué no hacer que el aprendizaje se base en procesos similares? ¿Por qué no hacer que las técnicas sean lo más parecidas posible? ¿Y si intentamos que la mayoría de las técnicas o conceptos partan de una base idéntica o lo más similar posible?
En resumen, al final hablamos de nanosegundos. Pero atento: en una reacción, el que reacciona más rápido es el que tiene más posibilidades de sobrevivir, eso es indiscutible.
Si hago que las acciones sobre el arma, las posiciones de tiro o las reacciones sean sensiblemente similares, o derivadas, mi aprendizaje y adiestramiento es más rápido. Necesitaré menos tiempo para hacer las cosas. No necesito aprender una cosa nueva para cada arma y para cada acción: por ejemplo cuando sujetamos un cargador. Un cargador se debería enseñar a cogerlo de una determinada forma dando igual si es de una pistola o un fusil de asalto. Evitamos sujetarlo con los dedos y lo asimos con la mano completa para reducir la posibilidad de que se caiga, el dedo índice se mantiene extendido en su lateral para actuar como guía, etc.; míralo aquí.
También la acción común debe ser la explicación a por qué la posición corporal que empleo cuando manejo mi arma debe ser similar cuando maneje un arma corta o un arma larga; con matices adaptativos obviamente. Ya lo expuse aquí.
Otro concepto que hay que recordar es el del “conocimiento innato”, que no es otra cosa que las acciones que sé hacer desde que nazco y que puedo aprovechar en mi beneficio en el caso del manejo de un arma. Por ejemplo desde que era pequeño soy capaz de señalar con mi dedo al lugar donde está papá cuando mamá me lo pregunta(ba). ¿Y si haces que ese dedo que señala sea paralelo al cañón de tu arma? Ocurre que en una reacción ese dedo va a “señalar” (permitidme la licencia) al agresor haciendo que tu arma ya esté francamente orientada en un porcentaje muy alto hacia él, luego es cuestión hacer la puntería correspondiente.
Nanosegundos... recuerda: el que reacciona más rápido es el que tiene más posibilidades de sobrevivir.
2. Consciencia situacional, zona de manipulación y, campo visual. ¿Qué ocurre cuando pierdo de vista un instante a mi hijo o a mi perro (con perdón por la comparativa)? Lo pierdo.
Los padres recordamos en este momento ese sudor frío de no
saber dónde está tu hijo si sólo lo has perdido de vista el tiempo justo de
colocar los yogures de fresa en el carro del supermercado. En los enfrentamientos
pasa lo mismo.
La
consciencia situacional. La había definido aquí como la capacidad de prestar atención en una situación
simultáneamente a todo el conjunto de esa situación y a las diferentes partes
de la misma. Es ese concepto tridimensional del entorno que te rodea cuando te
desenvuelves por el mundo y está relacionado, por mucho que a alguno le cueste
entender (a menos que se lo diga un estadounidense), con las variaciones
fisiológicas que se producen en el organismo cuando se ve sometido a una
situación estresante. No, tranquilos, no me voy a repetir sobre el tema porque
en los enlaces anteriores ya lo explicaba.
Perder ese contacto con el mundo que te rodea
te hace vulnerable porque inconscientemente te has focalizado en una porción
muy pequeña del entorno. Incorporar a los entrenamientos la secuencia “buscar y evaluar” te hace acostumbrarte a aplicar la única técnica que te va a
ayudar a romper esa involuntaria falta de atención sobre el mundo real que te
rodea, para recuperar el conocimiento de dónde estás, lo que haces y cómo lo
haces, y, en resumidas cuentas, para mantener
la mente orientada en la acción y en todas las acciones que se necesiten llevar
a cabo.
La zona de manipulación y campo visual. Debemos entrenar para realizar la mayoría de las
acciones manipulativas sobre nuestra arma en una zona que permita mantener a la
amenaza centrada dentro de nuestro campo visual, aun en la lejanía. Esta es la única manera de no perderla de
vista hasta confirmar que ya no es una amenaza para nosotros mismos y para los
que nos rodeen.
Se deben
entrenar acciones manipulativas del arma (cargar, recargar, solventar interrupciones,
etc.) situando esta en una posición cercana al centro de nuestro campo visual;
por extensión eso va a ser cerca del rostro. Y debo hacerlo así porque es el
único modo de mantener una orientación clara hacia el agresor y sin que este desaparezca
de nuestra vista, y lo más importante: empleando un tiempo mínimo para dar ese
vistazo rápido que vamos a dar cuando vayamos a meter ese cargador a pesar de
haberlo entrenado hasta la saciedad y ser capaces de introducirlo siempre sin
mirar cuando estamos en nuestro apacible campo de tiro. Ocurrirá.
¿Más razones?:
acortar los recorridos de las manos en recargas, en las acciones para solventar
interrupciones, etc., mantener el arma dirigida a la amenaza necesitando pocos
movimientos para orientarla finalmente al agresor, tener una visión despejada
de la zona que nos interesa del arma (boca de alimentación, ventana de
expulsión, palancas, etc.) y reducir el tiempo que necesitamos para localizar
la zona que nos importa, o tenerla cercana al cuerpo para protegerla y evitar
perderla porque la puedo sujetar con más fuerza.
3. Dinamismo. ¿De verdad que te quedarías quieto si te ves involucrado en un enfrentamiento? Si te tiran una piedra ¿te quedas quieto? Entonces ¿por qué entrenar solo desde posiciones estáticas?
Siempre es lo mismo, puedo afirmar sin equivocarme que un porcentaje cercano al 100% de los ejercicios de los planes de tiro de cualquier cuerpo y unidad son fundamentalmente estáticos. Incluso los ejercicios “en movimiento” suelen ser estáticos, ya sabéis, esos ejercicios del tipo… “avanzar apuntando, disparar, seguir avanzando…”. Lo normal en estos ejercicios es detenerse cuando toca disparar, y eso, queridos míos, es estático.
Hacer los ejercicios de tiro desde una posición estática tiene su sentido y es una base indudablemente útil porque es la forma de reforzar la posición de tiro perfecta aprendida en la que soy eficaz en un porcentaje muy elevado. En todas sus variaciones: pie, rodilla y rodillas, y tendido fundamentalmente.
Pero no hay que olvidar que el lugar del enfrentamiento no es un campo de tiro donde tus agresores ocupan el lugar de los blancos de tiro. Puede ser una calle, el interior de un almacén o de un edificio, un garaje, un parque lleno de árboles, etc. Y esa condición es la que te va a obligar a cambiar de posición para ocultarte de la vista de tu agresor o para ocupar una posición ventajosa para eliminar la amenaza. Y al moverte desde la acera donde estás hasta aquel contendor de basura para ocultarte detrás vas a hacer dos cosas: decir “ey, Chiqui, cúbreme”, y confiar en la puntería de tu compañero Chiqui, o también necesitar tu propia cobertura y disparar a la vez que te mueves.
Habrá veces en las que necesitaremos velocidad (entrará en acción el Chiqui de turno si lo hay) y otras en las que o no estará Chiqui o tendremos que apañarnos solos, por ejemplo cuando seamos el hombre punta en una fila que avanza en CQB.
Obviamente, acabamos de establecer la necesidad de aprender a disparar a la vez que nos movemos. Y como somos “de los buenos”, necesitamos ser precisos porque si mi bala no da donde yo quiero que dé, va a dar donde no quiero que dé. Con lo que implica.
Y esto es una mera cuestión de aprender una técnica y practicarla hasta que duelan los muslos porque se trata simplemente de dar pasitos cortos con las rodillas juntas y ligeramente flexionadas y con nuestros pies moviéndose como si siguieran una línea imaginaria en el suelo, sin correr porque si corro se producen rebotes del arma y pierdo la puntería. Solo es repetirlo y repetirlo una y otra vez hasta que nuestro andar lento pase a ser fluido, y con la práctica llegaremos a avanzar con cierta velocidad.
Y recordemos una cosa: los blancos de tiro no se mueven, ¿se moverá tu agresor? Seguro que sí, aun que sea un caco de tres al cuarto se va a mover.
Sin más, amigos. Esa es mi propuesta, como veis son sólo tres conceptos pero he mencionado de pasada muchas técnicas diferentes.
A practicar.
Un saludo.
Arturo Mariscal
Rubial.

Amigo, dos frases destaco de tu artículo: que lo sencillo es lo único que siempre funciona y que en un una reacción el que reacciona más rápido es el que tiene más posibilidades de sobrevivir. Enhorabuena.
ResponderEliminarGracias por tu comentario.
ResponderEliminarMuy didáctico, totalmente de acuerdo . Lo guardo en mi " mochila" y muchas gracias por iluminar el camino.
ResponderEliminar