Consciencia situacional (1). La teoría
“Artículo originalmente publicado el 02/05/2020”
“Consciencia
situacional”. Lo he mencionado y lo mencionaré en otras notas sin entrar en
detalle y es un buen momento para definirla.
No soy un gurú táctico, ni lo quiero ser
porque como no salga bien la cosa… al final acabas siendo un ridículo penoso
que sólo da lugar a bromas y risas; así que simplemente transmito con vosotros
lo que he ido aprendiendo. Este tema es un ejemplo. Yo lo descubrí hace pocos
años cuando encontré el término “situational
awareness” (consciencia situacional) en varios textos yanquis mientras leía
buscando respuestas relacionadas con el comportamiento en combate. Y, como se
despertó en mí la curiosidad, pues me puse a investigar.
Obviamente, si no te documentas
adecuadamente corres el riesgo de caer en un error (espero no equivocarme). Yo
tengo un cuadernito donde voy copiando y anotando las cosas de interés que voy
leyendo aquí y allá, y este texto lo voy
a basar precisamente en esas
anotaciones que están extraídas de la siguiente bibliografía cuya lectura
recomiendo entre otras (por lo que se puede tomar como mis conclusiones o como
un resumen):
- “Estudio sobre la reacción del policía ante el peligro y los enfrentamientos armados”, cuyo título anterior era “Informe 1/11. El agente de policía: reacción ante el peligro”. Publicado por la Asociación Profesional de Policías-ASOPOL y refrendado por el neurocientífico Dr. Carlos Belmonte Martínez.
- “En la línea de fuego. La realidad de los enfrentamientos armados”, de Ernesto Pérez Vera (Policía retirado por heridas en acto de servicio) y Fernando Pérez Pacho (psicólogo clínico).
- “Policías. Muerte en la calle”, de Ernesto Pérez Vera.
- “Sobre el combate”, del Teniente Coronel (ret.) Dave Grossman. Título original “On combat”.
- “Matar”, del Teniente Coronel (ret.) Dave Grossman. Título original “On killing”.
- Análisis y artículos de autores nacionales y extranjeros referidos al ciclo OODA en el entorno de combate cercano, basados en el “OODA loop” del Coronel John Boyd.
- “Al Tarmiyah firefigth: lessons learned the hard way”, del Marine (ret.) Paul Gardner.
- “Scan and Asses, maintaning situational awareness”, del Marine (ret.) y Policía (ret.) Pat Rogers.
Al
lío. Según la Real Academia Española podemos definir la “consciencia” como la capacidad del ser humano de reconocer la
realidad circundante y de relacionarse con ella, o también como el conocimiento
inmediato o espontáneo que el sujeto tiene de sí mismo, de sus actos y
reflexiones. Básicamente lo podemos resumir diciendo que la consciencia es tener conocimiento de uno mismo y de lo que
nos rodea.
La “consciencia
situacional” es algo así como la
capacidad de prestar atención en una situación simultáneamente a todo el
conjunto de esa situación y a las diferentes partes de la misma.
Veamos la imagen que nos acompaña, que seguro
que todavía no se entiende. Un águila y una cierva. Nada táctico. ¿O sí? Podría
decir que puse un águila como podría haber puesto un león, un lobo o un perro.
Igualmente en lugar de la cierva, podría ser una oveja, una cabra o un conejo.
Qué tienen en común unos y otros y qué los diferencia…
El ciervo, la oveja, la cabra, el conejo,
etc., son “la comida”. Su forma de
sobrevivir se basa en estar permanentemente vigilantes, alerta. Si nos fijamos,
sus ojos están situados más o menos lateralmente en su cabeza para permitirles
una mayor vigilancia perimetral. El águila, el lobo, el león o el perro son
depredadores, ellos se comen al ciervo. Sus ojos están centrados para tener una
mayor agudeza visual y focalizar mejor su objetivo (la comida). Nosotros somos
depredadores, nuestros ojos son frontales y nuestra visión periférica es más
reducida que la de “nuestra comida”.
Y más que se va a reducir como ya veremos.
Siguiendo con el águila, ¿cómo actúa el
águila al cazar? ¿O el lobo? El águila da vueltas mientras vuela hasta que
localiza su presa, entonces sus círculos son cada vez más pequeños hasta que se
lanza contra ella. El lobo actúa parecido: localiza su víctima y se mueve hasta
aislarla para atacarla; ambos desprecian lo que rodea “su comida”, se focalizan. Es funcionamiento primitivo.
No se puede entender la consciencia situacional sin saber
qué le sucede al ser humano en estrés, ya que se
ve afectado por el número de latidos que sube la presión arterial, la
respiración que aporta un extra de oxígeno, las hormonas generadas, etc. ¿Qué
nos ocurre cuando nos atacan y qué tiene que ver con la consciencia
situacional? Lo resumo brevemente porque sabiendo cómo funciona nuestro cuerpo
en esa situación somos capaces de entender lo que sucede y vemos la importancia
de retomar esa consciencia situacional.
Hay que aclarar que cuando hablemos del “estrés de estar en combate” debemos
pensar que no estamos hablando de un combate a larga distancia, donde el
agresor casi no se distingue, donde no se le “humaniza” porque no se le asigna forma humana por la lejanía (no
nos influye igual que estar de tú a tú). Estamos haciendo referencia a un
combate a distancia inmediata, donde se ven los ojos del que agrede, se oye el
ruido del puñetazo o el impacto del proyectil, donde se puede oler la sangre y
donde tenemos la certeza de que podemos resultar heridos o algo peor. Eso es lo
que produce el estrés de combate al que me refiero.
Supongamos que somos atacados y nos debemos
defender. Cuando nos hayamos recuperado de la sorpresa inicial vamos a comenzar
nuestra defensa. Van a ocurrir dos acciones conocidas por muchos de nosotros:
notamos el pulso y una “sensación rara”
que se traduce en hormigueo en los dedos, un ligero temblor, etc. El pulso es
porque la presión arterial se eleva por el aumento de frecuencia cardiaca; lo
otro es la inyección de hormonas en el torrente sanguíneo. Una explicación un
poco chapucera, pero nos vale.
Lo que sucede dependiendo del número de
latidos por minuto (LPM) varia de una persona a otra: hay personas que van a
funcionar controladas a 120 LPM y otras personas van a empezar a
descontrolarse. Ya lo hemos leído muchas veces: primero se pierde la
coordinación de las funciones motoras finas que son el uso de pequeños músculos
que controlan la mano y dedos y permiten realizar tareas como escribir,
abotonar, anudar,… montar el arma (pellizcando corredera), accionar palancas o
botones (seguros, liberación de corredera, por ejemplo), etc.
Poco a poco, al subir las pulsaciones, se irá
perdiendo la coordinación de las funciones motoras gruesas, que son las que
controlan los grupos musculares grandes que se usan para correr, caminar, etc.
Al final entramos en la supervivencia y solamente emplearíamos los músculos más
básicos que nos van a permitir empujar, golpear, agarrar, etc. Sigue siendo una
explicación chapucera, pero sigue valiendo.
Se ha aumentado el pulso porque el sistema
nervioso quiere asegurarse que no falte el oxígeno que va a poner en
funcionamiento la musculatura defensiva (un rollo de células y eso). Pero
también se produce una vasoconstricción: los órganos que no van a participar
físicamente en la huida o en la lucha (orejas o nariz, por ejemplo) pierden
parte de la sangre y esa sangre se redistribuye hacia otras partes del cuerpo
como piernas y brazos que sí van a intervenir en la lucha. El ojo es uno de los
órganos que pierden riego sanguíneo con ocasión de la vasoconstricción cuando
nos acercamos al estrés. Sigamos.
La cabeza se gira hacia la amenaza y el
cuerpo se orienta hacia ella como haría cualquier animal amenazado y la visión
se focaliza sobre ese peligro para localizarlo, situarlo y mantenerlo fijado (somos
depredadores, como el águila y el lobo, recordemos). Habíamos comentado que el
ojo perdía riego… Ahora vamos a responder a la pregunta de ¿por qué no vemos
cuando estamos sometidos a un nivel de estrés grande?
Un musculo del ojo (ciliar de nombre) no
recibe suficiente sangre y, al estar unido al cristalino (que es quien tiene la
propiedad de enfocar según las distancias), no podrá cumplir su misión de
ajuste. Las fuentes consultadas hablan de que la profundidad del campo visual se limita a no más de 1 ó 2 metros por
detrás del objetivo y a 1 metro por delante o menos; y también se pierde la visión periférica, llamándose
a esta situación “visión o efecto túnel”:
nos hemos focalizado totalmente en el agresor.
Con el efecto túnel no llegamos a ver otro elemento en la
escena del combate incluso estando cerca del centro del campo de visión, que lo
tenemos fijado en el agresor.
También se afirma que durante los incidentes de estrés alto es muy probable que concentremos
nuestra atención en la amenaza más directa en lugar de hacerlo sobre otras
personas y objetos que se encuentren en la periferia de la visión (la
escena del combate).
Podemos añadir que bajo el estrés de estar en
combate nuestro cerebro tiene tendencia al ahorro, desconectando unos recursos
y potenciando otros. En este asunto suele ganar el sentido de la vista y perder
el auditivo (por eso hay que gritar): no se escucha porque no se puede
fisiológicamente ya que se desactivan las áreas del cerebro responsables de la
audición.
Resumiendo todo: te aíslas del mundo y solo estás
pendiente del agresor. Básicamente, ibas tan tranquilo por el
mundo admirando las maravillas de la obra del Señor (y del hombre: pajaritos
que vuelan, arbolitos, los coches, la gente que se cruza contigo, etc.) y de
buenas a primeras lo único que ves es al que ha intentado matarte tirado en el
suelo. Y en esa situación puedes quedarte peligrosamente durante demasiado
tiempo sin estar pendiente de otra cosa que no sea el agresor. Incluso cuando
la lucha haya finalizado para ti sólo estáis tú y el agresor.
La ruptura con esa falta atención sobre el resto del
mundo que nos rodea, el efecto túnel, etc. es necesaria para retomar la consciencia situacional, para volver a ser
consciente de todo lo que nos rodea porque aparte de la señora Juana que
está esperando el bus puede estar el amigo del agresor. Incluso puedo estar
herido sin saberlo. Los autores dicen que un impacto en un brazo no duele
instantáneamente, duele a los 10 minutos o así que es cuando se han pasado los
efectos de la adrenalina. Y como hay vasoconstricción, lo mismo ni sangro.
La consciencia situacional permite recuperar el
conocimiento de dónde se está, por dónde debe moverse uno, lo que se está
haciendo y cómo se está haciendo, permite mantener la mente orientada en la
acción y en todas las acciones que se necesiten llevar a cabo: recargar, solventar una interrupción, solicitar apoyos,
ayudar al herido, etc.
A volver al mundo ayuda emplear técnicas de búsqueda y evaluación con
las que se consigue la ruptura con esa abstracción del mundo, con el efecto
túnel del enfrentamiento, con la falta atención sobre nosotros y el resto del
mundo que nos rodea, etc. En otra nota se comentó la existencia de una “zona de
manipulación” para realizar el manejo del arma en campo visual y por lo
tanto también me ayuda a mantener la consciencia situacional.
Importante. Tampoco se trata de acabar el
enfrentamiento y “ale, que vuelvo al
mundo”. No. Es conveniente tratar de mantener
la consciencia situacional antes, durante y después del enfrentamiento.
Siempre hay que procurar estar consciente de lo que va sucediendo, por eso se
deben tener técnicas sencillas que aseguren funcionamiento y que permitan
sacarnos de la abstracción de la situación y traernos al mundo.
Y ojo, que esto no sólo sucede en un
enfrentamiento con armas. Por ejemplo esta abstracción puede suceder en un
accidente de tráfico y no ser capaz de ver otro vehículo que se te abalanza
encima, o de oírlo.
Y
bueno, ya creo (y espero y deseo) que he sido capaz de explicar la deducción a
la que he llegado sobre la consciencia situacional. Ojalá que se haya
entendido; siento lo extenso. Ahora debo recuperar y reescribir un antiguo
texto mío sobre esa técnica de búsqueda y evaluación para la siguiente nota
corta.
Un
saludo.
Arturo
Mariscal Rubial.
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Gracias por dedicar unos momentos de tu tiempo a opinar. Haz que merezca la pena y siempre desde el respeto. Un saludo. Arturo Mariscal Rubial.