Sobre la baja iluminación (Parte 3)

Última parte de esta serie, la dedicada a aspectos tácticos comunes relativos a la baja iluminación; seguramente sin aportar nada nuevo (sin ninguna intención de reinventar la rueda, como se suele decir). Saco mis anotaciones reunidas tras mucho tiempo.

En anteriores entradas habíamos hablado tanto del periodo de adaptación a la luz ambiental existente como de la forma de iluminar. En mi opinión, ambos aspectos se reducen a un concepto que aparece insistentemente en las técnicas y tácticas de combate modernas: la consciencia situacional. Sobre esto ya he publicado en este blog (aquí, aquí y aquí) y te invito a que lo leas.

Simplemente recordando, podemos decir que la “consciencia situacional” es prestar atención, en un contexto, simultáneamente a todo el conjunto de esa situación y a las diferentes partes de la misma. En este caso, y como ya he repetido muchas veces, nos orientamos en saber contra qué amenaza nos enfrentamos (identificarla y situarla) y en el entorno en el que nos encontramos (progresión por un inmueble o una calle oscura) para emplear el equipo adecuado (la linterna).

Veamos estos aspectos comunes de interés.

1.- La oscuridad siempre genera recelo, incluso miedo. Si somos nosotros los que accedemos a un lugar oscuro, lo hacemos con el miedo a lo desconocido y rodeados del temor a la sorpresa y a lo inesperado. Si estamos en terreno conocido (nuestra casa por ejemplo), ante un intruso que accede a el o ante la sospecha de su presencia el consejo que recibimos es el de es mejor es tratar de interrumpir el suministro eléctrico si es posible. Lo mismo podemos decir al acceder a un lugar oscuro y desconocido: que sea hostil para el asaltante y para nosotros apagando la luz que podamos. Si conocemos y dominamos las técnicas de iluminación y el combate con armas en interiores, será más fácil inclinar la balanza sensiblemente hacia nosotros.

2.- Lo anterior es el primer punto de esta exposición de conceptos tácticos: emplear la linterna para hacer una identificación de la potencial amenaza y situarla en la escena, y también para tratar de alinear el arma con ella favoreciendo la puntería. Esto es sencillo de entender: lo ideal siempre es tener alineados hacia el mismo lugar los ojos, la luz y el arma (y si es posible, sus miras).

3.- La linterna debe ser una ventaja para uno mismo y no una ayuda para el agresor. ¿Cuándo hacemos esto último? Cuando la mantenemos encendida sin necesidad para usarla como si fuera la fuente de iluminación del espacio en el que nos encontramos; esto quiere decir que debemos encenderla sólo cuando lo necesitemos. Debemos saber diferenciar un encendido permanente necesario de uno innecesario, y de aquí deducimos la necesidad de una linterna de mucha potencia que ciega al adversario al saturar de luz el entorno (dificulta la localización propia).

Repetir que nuestra linterna debe ser lo más potente posible a estas alturas ya es ridículo. Lo que no es mala idea es llevar una segunda linterna o baterías de repuesto.

4.- Relacionado con lo anterior, es fundamental moverse evitando ser iluminado por la linterna de un compañero. La situación con retroiluminación es parecido a lo que ocurre si cruzamos una puerta y nos detenemos en su umbral, el llamado “embudo mortal” (“fatal funnel”). Si nos movemos acompañados, el que se encuentra más adelantado es el que debería iluminar.

5.- Si se puede, cambiar continuamente (dentro de lo posible) tanto la posición propia como la forma de iluminar y la orientación dirigida de la linterna. Es complicado, cierto. Vamos a diferenciar si nos movemos en un entorno conocido o desconocido.

Si estamos en nuestra casa o en nuestro lugar de trabajo habitual somos capaces de desenvolvernos y evolucionar por ese sitio sin tropezar ni chocar, y a veces lo podemos hacer con cierta velocidad. Pero si es un lugar desconocido (un policía que acude a una emergencia) la situación cambia ostensiblemente. En esta situación pensemos que debemos encender la linterna lo menos posible, lo justo para intentar identificar y localizar la amenaza además de para observar el entorno; esto nos va a permitir situarnos en el espacio y saber a dónde nos debemos mover. Deberíamos cambiar de posición y repetir la acción de iluminar nuevamente y recordar, como hemos expuesto antes, que debemos diferenciar entre iluminación permanente necesaria e innecesaria (a veces no es conveniente avanzar con la luz encendida).

6.- Dominar las técnicas de iluminación ya que cada una tiene una aplicación preferente. El objetivo principal es identificar y situar al agresor, por lo cual lo ideal es cambiar de una técnica de iluminación a otra. Si no es posible identificar con seguridad al agresor hay que cambiar de técnica para enviar la luz de otro modo y conseguir que este se convierta en una silueta que destaque sobre el fondo. También si nos agachamos al iluminar podemos conseguir que destaque al añadir grados de inclinación tanto a la línea de visión propia como al haz de luz y hacer que esta rebote de forma diferente descubriendo su silueta.


7.- Evitar el efecto llamado “negro sobre negro” por algunos autores. Es lo que ocurre cuando nuestras miras no están iluminadas. Podemos iluminar al agresor (lo identificamos y lo situamos), pero si las miras están tras la fuente de iluminación no podemos alinearlas porque no las vemos. Ese es el principal motivo por el que se debe cambiar frecuentemente de técnica de iluminación. Una técnica que ilumina adelantada (linterna delante del arma) no nos permite ver nuestras miras y también nos limita el área vista delante de mis manos (nos tapa parte de la escena) mientras que una linterna retrasada asegura identificar miras sobre la amenaza, no hay ese “negro sobre negro”.

Que sí, que sí, que siempre que se pueda hay que apuntar. Aunque sea un alineado rápido. Que si el proyectil no da donde quiero que de, va a dar donde no quiero que dé.

8.- Las miras de materiales luminiscentes como el tritio y similares por si solas solo permiten ver los elementos de puntería en la mayoría de los casos, por lo que no aseguran poder efectuar una puntería correcta sobre la amenaza porque no se la identifica y sitúa. En mi opinión personal, prefiero la fibra óptica que al recibir la luz la aumenta y es como tener tres puntos luminosos en el arma que son fáciles de alinear entre si y sobre el agresor iluminado. Eso y una técnica adecuada de iluminación.

9.- Ya lo hemos expuesto en partes de este mismo tema en entradas anteriores (aquí y aquí) y en esta misma entrada. Sabemos que el problema de la baja iluminación se centra en que la luz escasa dificulta la identificación y localización de la amenaza: si podemos situarla e identificarla, podremos alcanzarla con nuestros disparos. Sobre esto sabemos que la oscuridad no siempre suele ser total y que va a cambiar en función de la existencia de luz ambiental bien sea natural (luz lunar), artificial (farolas) o proporcionada por medios propios (linterna).

En resumen: si hay una zona donde haya luz es mejor que sea el agresor el que esté en ella; desde nuestro punto de vista, cuanta menos iluminación exista sobre nosotros es mejor.

10.- Las manipulaciones del arma que aseguren su funcionamiento tales como recargas e interrupciones fundamentalmente, debemos ser capaces de hacerlas en total oscuridad. Y a esto debemos unir el cambio de baterías de la linterna o el cambio de la propia linterna.

Las manipulaciones en el arma se hacen apagando la linterna y si no es posible esto, emplear la opción de colocarla bajo la axila o agachándonos detrás de la rodilla, de modo que la luz queda tapada por el brazo o la pierna. En este punto vemos que son recomendable las linternas con pulsadores de varias posiciones: presión mantenida para iluminación momentánea, una pulsación para potencia máxima, etc. Principalmente debemos llevar la linterna pulsada para que se mantenga encendida, con lo que al soltarla se apagaría.

Mi linterna tiene un cordoncillo fino por el que introduzco mi dedo pulgar de modo que quedaría colgando y apagada en esos momentos (sin perderla). Pero ojo si nuestra linterna es “o encendida o apagada”, corremos el riesgo de que quede iluminando nuestra posición.

Espero haber sido de interés y no haber dado la impresión de reinventar la rueda.

Un saludo.

Arturo Mariscal Rubial.

Comentarios

  1. Señor. He encontrado su blog por casualidad precisamente mientras buscaba información y decirle que me encanta la sencillez y los razonamientos de sus exposiciones sobre el trabajo en oscuridad. Como dice, no habrá descubierto nada nuevo, pero la sencillez de la explicación ya lo hace destacable. Un saludo.

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